LA “SOLEDAD FÉRTIL” DEL PADRE

Publicado el 2 de mayo de 2025, 19:39

Es habitual en consulta que las mujeres, que han sido madres recientes, se quejen de las incomodidades y reproches expresados por sus parejas masculinas. Los varones que han sido padres recientes también expresan en consulta sus constantes molestias y enfados, durante el periodo de crianza, donde prima la relación de fascinación madre-bebé, expresando sus quejas por un constante sentimiento de exclusión y por una vivencia de exilio forzado.
En mis libros (De Pablo, 2021 y 2023) he insistido en la importancia de recordar que el eje de una saludable parentalidad se organiza en torno a un proceso de renuncia, un proceso en el que es preciso asumir continuamente renuncias de todo tipo.
Recojo un párrafo del libro “Terapia familiar”, de Pérez Testor y Vilaregut (2023), tomado a su vez de Barril (1997):
“Al fin y al cabo, la madurez no es otra cosa que conformarse con dejar de ser el centro de nuestra propia vida. Vemos a la madre como administradora plenipotenciaria del nuevo continente que acabamos de descubrir. Ella ha acampado cerca de nuestro hijo. Lo alimenta y ambos se dicen cosas en voz baja que papá no acaba de entender. Se ríen y son cómplices de una historia compartida. Y a nosotros nos corresponde movernos en el paisaje de una soledad fértil. Esta es, de hecho, la madurez del padre: admitir que ante la potencia de la madre necesitamos dejar de ser el centro de las cosas, y que podemos amar y ser amados también desde la periferia” (p. 43).

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