Reseña de Sebastián Rubiales en LA VOZ DEL SUR sobre mi último libro

Publicado el 4 de julio de 2025, 11:18
PSICOTERAPIA DEL RECONOCIMIENTO EMOCIONAL
por Sebastián Rubiales 
 
No deja de sorprender que en tiempos con tantas certezas en las mentiras y tanta dudas en las verdades, aparezca una posición intelectual tan honesta y tan sin prejuicios, que diga a las claras y sin corsés normativos su propia creencia en una ética humanista como trasfondo de una intervención psicológica fundamentada en el reconocimiento, en el amparo, en la responsabilidad, en el amor.  
Efectivamente, la llamada Psicoterapia del Reconocimiento Emocional es la aportación del psicoterapeuta Juan Miguel de Pablo, según nos expone en su nuevo libro, recientemente publicado y presentado (*).
Para este nuevo modelo, el hecho central es el reconocimiento emocional como necesidad básica que nos permite construir nuestra identidad y nuestro equilibrio entre el yo y el nosotros. Por lo tanto, el trastorno emocional se origina (biográficamente) por la falta de cuidados, por la experiencia de injusticias ocasionadas por las personas emocionalmente significativas (los padres y, en especial, el cuidador principal).  
La intervención psicoterapéutica se entiende, así pues, como una experiencia restauradora de la autoconfianza, de la dignidad y autorrespeto, de manera que llevará implícito un trabajo hacia la emancipación personal mediante la diferenciación de la propia familia de origen del paciente y de la liberación de la presión del elemento social (superyó).
El proceso para construir esta experiencia restauradora en la terapia se apoya en el desarrollo de la “función madre” y de la “función padre”. La función madre es un movimiento hacia lo interno, hacia el amparo, hacia el cuidado emocional, hacia un apego seguro que facilite la capacidad de autorregulación y mentalización mediante varios elementos: una mirada atenta y el mantenimiento de una distancia adecuada y de respeto; una escucha activa y la construcción de un nuevo relato; mediante la caricia y el abrazo (metafóricos) destinados al consuelo y al amparo; mediante la calidad de la respuesta terapéutica (sensibilidad  y aceptación de las necesidades y emociones del sistema paciente; cooperación y proximidad no invasiva; actitud de disponibilidad). El reconocimiento emocional supone a la postre un acto de justicia reparadora de las heridas emocionales recibidas que se acompañan de una renarración identitaria: de la mirada a la palabra, de la palabra a un nuevo relato alternativo.
Por su parte la “función padre” es un movimiento hacia lo externo. Su finalidad es poner de manifiesto el valor de los límites, de la separación y de la diferenciación, del acceso a la ley, de la exploración del mundo y la proyección exterior (laboral, profesional…).
Todo este proceso de crecimiento y liberación implica una desobediencia y una trasgresión: atreverse a decir “no”, a no asumir creencias, mandatos y roles impuestos mediante la expresión de una agresividad instrumental, que no es mera destructividad sin objeto.
Partir de la vulnerabilidad esencial del ser humano (a medio camino entre la bondad y la excelencia; entre el conocimiento y la ignorancia; entre la belleza y la fealdad; entre el ser y el no ser…como una humilde y pretenciosa flor del jaramago) nos pone en un territorio a la intemperie, un territorio de fragilidad esencial. Aquí es donde siento la menesterosidad (vulnerabilidad) propia y ajena…y esta visión del Otro me lleva -irremediablemente- a la responsabilidad, al amparo. Porque somos constitutivamente vulnerables y deudores de la mirada del otro siempre nuestro equilibrio será inestable y la reparación de esa “herida infinita” es problemática y solo puede hacerse a través del reconocimiento, a través del amor. En esto consiste la interconexión entre la Psicoterapia del Reconocimiento Emocional y la Ética del Otro. Y esta es, en mi opinión, la mayor originalidad de este nuevo modelo psicoterapéutico, una aportación singular y excelente para nuestra disciplina que ensancha y profundiza el entendimiento del hecho terapéutico y, en definitiva, de nuestra condición humana.  
 
(*) ÉTICA DEL RECONOCIMIENTO EMOCIONAL EN PSICOTERAPIA. Reflexión, Desobediencia y Transgresión. Juan Miguel de Pablo. Edit. Letrame. 2025.

 

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