En el trabajo psicoterapéutico cuando aparece el dolor, hemos de recordarnos que, en muchas ocasiones, solo el silencio cumple su función de consuelo y de reconocimiento. Los profesionales podemos estar tentados de utilizar la palabra y, el problema es que ésta nunca traduce adecuadamente el gemido y el grito que están presentes en el dolor del paciente.
“El silencio no es lo que está después de la palabra, lo que queda cuando no se sabe qué decir, el silencio es la forma lingüística en que se da el abrazo, se consuela, se reclaman las palabras, la unidad de la historia y de la biografía del enfermo. Es posición existencial por cuanto es un cómo y no qué. El silencio es donde pueden surgir las miradas, los besos, los abrazos y el consuelo. El silencio, como el consuelo, es estar, y, al fin y al cabo, toda la plenitud vitalizante de una compañía. Un decir en el que se está. El estar del decir” (p. 183).
(Anrubia, 2008 en “La fragilidad de los hombres”)
(Imagen: Morteza katouzian. «Dolor»)

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