Es habitual alegar la “falta de comunicación” como problema esencial en las relaciones con los hijos y con la pareja. La cuestión es que hablamos de “comunicación” de una forma equívoca. Queremos eliminar las diferencias, todo lo que no encaja o desmiente nuestra visión del mundo y nuestros deseos. Para apoyar esta idea comparto un vídeo de Massimo Recalcati que dice:
“Dialogar con un hijo es imposible. El diálogo no modifica ni una coma el comportamiento de los hijos y, por consiguiente, la comunicación entre padres e hijos, se ve obstaculizada por el interés de la pareja en moldear la vida del niño según su propia visión de cómo debería ser. En cambio, el diálogo debería ser igualitario, y esto también se aplica a las parejas. No quiero desanimar a nadie, pero en mi experiencia, las parejas que saben perdurar en el tiempo, no desde la resignación, son aquellas que, aunque se resignen, pueden seguir adelante toda la vida sin problemas. Las parejas que perduran en el amor tienen una condición fundamental: no dialogar, no pensar en compartirlo todo. De hecho, aún hoy, después de veintidós años, mi esposa me parece un enigma; es inalcanzable, misteriosa, incomprensible. Por eso la amo, y también a mi hijo. Amamos al hijo cuando lo amamos en su diferencia, no cuando se parece a nosotros; y en las parejas, las que tienden a parecerse entre sí , son las que funcionan basándose en la ilusión de compartir. En cambio, deberíamos entender el hecho de que es imposible compartirlo todo”.
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