LOS PADRES SUFICIENTEMENTE BUENOS DEBEN PODER OSCILAR ENTRE LA PRESENCIA Y LA AUSENCIA

Publicado el 22 de junio de 2025, 12:09

"Vivimos en un periodo donde se ha santificado la omnipresencia de los progenitores sin analizar los efectos nocivos que ello provoca. Me hago eco de las afirmaciones de Alaint Ferrant (2008) que incide en la idea de que podemos sufrir, justamente, por lo contrario, es decir, por un exceso en la presencia o por la impredecible variabilidad de esa presencia.
Dice así: "no sufrimos entonces por la ausencia del objeto, sufrimos por su presencia, por las variaciones de esta presencia en «demasiado» o en «no lo suficiente». Son las diferentes maneras de presencia de este objeto que están entonces en juego: intrusión, invasión, imprevisibilidad, disritmia, indiferencia, descalificación, sadismo, la psicopatología del lazo precoz es inagotable" (Ferrant, 2008).
Hemos de cuestionar este modo de funcionamiento por inadecuado, porque el padre y la madre suficientemente buenos deben poder oscilar entre la presencia y la ausencia. Garantizar, de una parte, su presencia, su respuesta a las demandas del hijo y, de otra, estar dispuesto a renunciar al afán de sentir al hijo como una propiedad. Esto supone también un regalo para alimentar el crecimiento autónomo.
En definitiva, “el humano es un cuerpo herido por las sacudidas de las presencias y las ausencias de los otros, por sus amores e indiferencias” (p. 48) (Mèlich, 2018)” (p. 221) (De Pablo, 2025, en “Ética del reconocimiento emocional en psicoterapia”).

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